martes, 8 de noviembre de 2011

Casa de la Cultura: elecciones históricas



















Marco Salamea Córdova
Candidato a vocal/ Lista 1

Las actuales elecciones de la casa de la Cultura, núcleo del Azuay, sin duda que son inusualmente trascendentales; pues las mismas se enmarcan en un contexto social y político donde su autonomía institucional corre el riesgo de ser anulada, tal como se plantea en el proyecto de la Ley de Cultura, aprobada ya en primer debate por la Asamblea Nacional. Por esto mismo la necesidad de que sus miembros tengan un voto reflexivo y  de opinión, antes que de amistad o clientelar, tiene una singularidad histórica. 

NO debe permitirse que pase con la casa de la Cultura, lo que ha pasado ya con la Universidades, y lo que se está dando también con la Federaciones Deportivas del país. Es hora de defender la cultura como uno de los pocos resquicios de la libertad que todavía quedan en el Ecuador, pues la creación intelectual y artística constituye la expresión más elevada de la libertad humana, y hay que preservarla y defenderla como el atributo más preciado de nuestra propia humanidad.














No podemos permitir una actividad cultural funcional al poder, a cualquier tipo de poder; una cultura adocenada en los límites de lo “aceptable” y aceptado; una institucionalidad cultural que reproduzca la vida cultural como una práctica de pocos, y que se manifieste constreñida a los que éstos “cultos” y “expertos” consideren como expresiones artísticas y culturales; dejando de lado, además, la visión de la cultura como un modo de vida que se expresa en todo el cuerpo social, y que en el caso del Ecuador se expresa en la riqueza de múltiples culturas. Es hora, entonces, de democratizar la cultura y de coadyuvar a la construcción de un país pluricultural y plurinacional, como se establece en nuestra actual Constitución.

Pero es hora, igualmente, de que esa democratización signifique  que al interior de la Casa de la Cultura sus miembros participen de manera permanente y activa en sus proyectos y actividades; superando la visión del miembro como simple votante, al que se acude cada cuatro años para pedirle el voto; reproduciendo en este sentido la vieja práctica política que caracteriza, en general,  a los partidos políticos y  a la llamada “democracia representativa”. Requerimos una Casa de la Cultura fuerte, pero de todos y para todos.

Finalmente, es necesario que en el nuevo Directorio se refleje esa democracia y esa diversidad; una diversidad ideológica, generacional y por actividad cultural, evitando en este último caso el que haya en el Directorio una sobrecarga de representación a favor de alguna actividad o sección específica. Y esta diversidad es la que precisamente se refleja en la Lista 1

La Casa de la Cultura enfrenta hoy, pues el reto de cambiar o sucumbir. No permitamos que esto último suceda.

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