martes, 8 de noviembre de 2011

No fue un mal sueño












René Cardoso Segarra


Las recientes declaraciones de un director de cultura en el sentido de que las necesidades de personal que tienen los museos las llenará con empleados que trabajan en otras secciones del municipio cuencano, hicieron que me pellizque con la esperanza de despertar de un mal sueño. Pero el periódico con esta información, era real, se encontraba en mis manos. Inmediatamente se me vinieron a la mente los rostros de muchos jóvenes capacitados en las universidades locales en las áreas de la restauración de bienes culturales, la museología o la gestión cultural. Yo tuve la suerte de compartir con ellos y ellas algunos seminarios y cursos en las universidades de Cuenca y del Azuay. Siempre los recuerdo por sus ilusiones expresadas, sus planes, sus sueños en la vida profesional una vez terminados sus estudios. 



 











He visto con tristeza las enormes dificultades encontradas por estos jóvenes para lograr ubicación laboral. La historia era la misma: funciones técnicas en museos y otras entidades de la cultura, estaban ya ocupadas por personas sin ninguna formación académica en la áreas de la gestión cultural. Es lamentable decirlo: los puestos de trabajo en cultura, en todos los niveles, tienen fuerte dependencia de cuotas políticas. En otras situaciones, cuando las personas no son del agrado del personaje político de turno, los museos o las bibliotecas constituyen las “congeladoras” ideales.

Qué lástima el desprecio manifestado por este señor director de cultura por la capacitación especializada en los campos de los museos, la documentación cultural, la historia, o la administración de la vida cultural. Los postgrados  tampoco sirvieron para nada. Con esta visión chata de la administración de la cultura, todos los esfuerzos de estudiantes y universidades, simplemente se votaron al tacho de la basura. Y lo que más sorprende es que tampoco existieron voces de protesta desde la academia. La orfandad es más cruel. Solamente en la cultura puede ocurrir lo que señalo. Esta situación si se la  trasladara a otros campos del saber como la medicina o la ingeniería, sería  simplemente inimaginable.

Aquí radica la enfermedad crónica de nuestras infraestructuras culturales públicas. Solamente así se puede entender el abandono de los fondos artísticos en instituciones cuya principal misión es la de ser protectoras, custodios de esos bienes que nos pertenecen a todos los ciudadanos. Solamente así se puede comprender la improvisación en instituciones que incluso son imagen internacional de la ciudad y el país.

He aquí un gran reto para la nueva administración de la Casa de la Cultura núcleo del Azuay. Tendrá que hacer exigente veeduría, estar vigilante para que se comience a hacer justicia a quienes se capacitaron con esfuerzo en las áreas del patrimonio, de la historia, de la logística del arte, de la cultura en general. Es otro muy importante tema que tengo la seguridad que la lista presidida por Jaime Idrovo sabrá tratarlo con  la sensibilidad y la entereza necesarias.

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